Sara Mchichou
Cofundadora de la asociación Darkum para la inclusión bidireccional.
La charla pretende acercar la mirada de las/los jóvenes magrebíes que se encuentran en el País Vasco, explicando su opinión y su perspectiva de la situación y del sistema donde nos encontramos.
La asociación Darkum se creó entre un grupo de amigos, que tienen en común los siguientes objetivos:
– Prestar soporte y ayuda a los colectivos en riesgo de exclusión social y normalizar a los nuevos perfiles de la juventud vasca.
– Crear una plataforma, interseccional e inclusiva que ayuda y dota de los recursos necesarios para emprender su propia andadura a nivel emocional, profesional y educativa.
– Trabajar la inclusión social de forma bidireccional para poder crear entornos de interiorización y aceptación de la diversidad cultural.
Darkum tuvo dificultad a la hora de ponerse en marcha, porque le costó encontrar un interés común entre la gente que llega al territorio y la gente autóctona, pero finalmente lo encuentra en el medio ambiente, concienciando a la sociedad mediante el reciclaje, y utilizando el arte para llegar a nuestras emociones y trabajar con ellas.
La metodología se divide en cuatro etapas: aprender, crear, reflexionar y reutilizar.
- Aprender: Deconstruir para reconstruir una nueva identidad, con lo que se deja atrás y lo que se va adquiriendo día a día en la “nueva” vida. Para ello, es muy importante tener unos buenos referentes.
- Reflexionar: Cada uno tiene una mochila llena de experiencias, sueños y vivencias que han puesto en común para ver que no están solos, y que compartimos con otros iguales.
- Crear: Reconstruir sirve para crear otro tipo de vínculos que en otros espacios serían imposibles de lograr.
- Reutilizar: Para salvar el planeta y medio ambiente, se utiliza el reciclaje como medio de inclusión.
La asociación trabaja en diferentes ámbitos y proyectos, como Agenda 2030, feminismo, excursiones, voluntariados, serigrafía, libertad, Bizidida (restauración de bicicletas) o Zurlab (restauración de madera).
Para hablar de Libertad y del sueño europeo, la asociación grabó el corto “Sueño detrás del mar”. En la creación, la salud mental de estos jóvenes fue investigada. El 80% de los casos tienen problemas emocionales, el 67,2% tiene problemas de aprendizaje, y el 52,4% tiene problemas de conducta. Para hacer frente a esta realidad, el personal tiene que estar muy preparado.
En otro corto grabado por la asociación, los jóvenes que viven en centros de menores hablan de su problemática diaria: hablan de que no pueden utilizar el móvil, que con solo siete minutos a la semana se hace imposible hablar con los familiares, que pierden la posibilidad de comer si llegan un minuto tarde… En el corto se informa de las normas tan severas que se les imponen a los niños (de 15 a 18 años), normas totalmente injustas para los que están lejos de su familia y en una situación delicada y crítica; normas que no se les imponen a los nacidos aquí.
La asociación también busca visibilizar la realidad de los menores inmigrantes que llegan a Euskal Herria. Así, se intenta conocer sus trayectorias de vida y explorar factores de riesgo específicos para este colectivo.
En lo que se refiere a factores de riego, ponen el foco en las “Brechas digitales”. Estas brechas se dan desde el acceso hasta el uso o el aprovechamiento de la tecnología. Durante el confinamiento, los jóvenes tenían que estudiar desde el centro; pero al no haber suficiente infraestructura para todos, se quedaban sin acceso. Si esto fuese poco, muchos de los jóvenes no están alfabetizados digitalmente pues están familiarizados con aplicaciones más visuales que son muy intuitivas. Consecuencia se las restricciones de acceso y uso son la baja percepción de la utilidad de estas herramientas, el pensamiento crítico -no ven el riesgo de las plataformas a las que acceden-, el poco reconocimiento de las potencialidades.
Estos menores tienen un gran riesgo de dependencia por el mundo digital para saciar su bienestar emocional y evadirse de dificultades que enfrentan en su integración social. Además, sufren engaños y estafas, se creen las promociones que no son reales y envían a Web-s de interés sus datos personales.
En otro corto hablan sobre su identidad. Cuando los jóvenes salen de los centros, se encuentran con una crisis de identidad: no se sienten ni de allí, ni de aquí, y se les hace muy difícil saber quién son, porque crean una identidad virtual, por medio de los referentes que siguen en redes sociales. Estos referentes les generan una imagen virtual idealizada, y caen en el mito europeo, en el éxito migratorio como triunfadores, en roles de género como ser el “hombre de familia”. A esto se le suma el peso de las expectativas de no preocupar a sus familiares con experiencias negativas, no defraudar, cumplir con el estereotipo de la masculinidad… En consecuencia, se crean dilemas morales y malestar.
El camino que siguen los jóvenes desde que llegan al país se da de la siguiente manera: llegan a centros de acogida, sin opción ni oportunidad a una propia elección; tienen que pasar todos los trámites de la Ley de Extranjería e intentar de manera casi imposible homologar sus estudios; formarse -siempre en sectores precarios- en cursos muy limitados siempre que no se encuentren en situación de calle, en los que afrontan dificultades de inclusión; enfrentarse al abismo de la mayoría de edad; y por último, la asimilación de la discriminación que sufren desde que llegan.
Por último, el tema de género es otro tema tabú dentro del colectivo, y las mujeres inmigrantes tienen que superar muchísimos más escalones, y demostrar que son el triple más fuerte que sus iguales.