M.A. tiene 37 años, es de origen tunecino y lleva más de 13 años viviendo en Francia. En el año 2012 le fue denegada la renovación de su permiso de residencia, quedando en una tesitura de extrema vulnerabilidad e irregularidad administrativa que derivó en la pérdida de su libertad en un CIE en Francia para, finalmente, ser deportado en el año 2014. Sin embargo, tal y como él mismo relata, su vida y sus proyectos estaban asentados en Francia: “no tengo nada en Túnez, mi vida, mi pareja, mi gente están en Francia” por lo que decidió regresar a Europa en el año 2016.
El cierre de fronteras y la negación de un pasaje seguro por parte de las políticas migratorias europeas exponen a las personas a rutas migratorias peligrosas. De este modo, cuando M.A. intentaba entrar en Europa sufrió un accidente por el cual tuvo que ser intervenido quirúrgicamente. Se le colocaron varias piezas protésicas a fin de curar su fractura. En marzo de 2017 fue atendido por los servicios sanitarios de Melilla que diagnosticaron una rotura de varios de los tornillos colocados previamente. Sin embargo, a pesar del estado de su fractura y del dolor asociado, fue trasladado al CIE de Aluche con el objetivo de ser nuevamente deportado. En contra de lo que establece el artículo 62.1 de la Ley orgánica 4/2000 que contempla la posibilidad de no internar en CIE cuando exista un riesgo para la salud.
En el CIE de Aluche ha sufrido tres intentos de deportación. En el primero le fue negada la posibilidad de llevar una de las muletas alegando que se trataba de muletas propias del CIE. Las dificultades de una persona interna en el CIE para conseguir unas muletas propias son evidentes. De haberse llevado a cabo su deportación sin las muletas facilitadas por SOS Racismo, habría supuesto prescindir del apoyo necesario recomendado para su recuperación. De este modo, tendría que trasladarse hasta su lugar de origen en Túnez sin dicho soporte.
Sin embargo, en el tercer intento de deportación afirma que le quitaron de nuevo una de las muletas facilitadas por SOS Racismo. Esta respuesta evidencia una vez más el trato inhumano que reciben las personas que son internadas en los CIE y deportadas. Sus derechos más primarios, como el derecho a la salud, se tambalean a través de éstos procesos donde no se tienen en cuenta las circunstancias individuales y personales.
Por otro lado, M.A. está pendiente de la revisión a fin de valorar una nueva intervención que le posibilite recuperar la funcionalidad de su pierna. Sin embargo, no hay garantía de que la operación pueda ser llevada a cabo en su país de origen lo que agrava las consecuencias de esta deportación.
Tras el último intento de deportación, M.A. contacta con SOS Racismo y explica que sufrió agresiones por parte de los agentes que le custodiaban. Relata cómo le ataron y recibió golpes, puñetazos y patadas en el cuerpo. Manifiesta que en el avión él gritó durante un tiempo pidiendo que no le deportasen, lo que finalmente evitó su expulsión. Si bien M.A. no ha presentado una denuncia penal por estos hechos, su testimonio se suma a aquellos que refieren que los malos tratos se intensifican en el proceso de deportación con el fin de obligar a las personas a viajar.
La remodelación o construcción de nuevos CIE no evita la segregación ni las dolorosas consecuencias para la salud tanto física como psicológica que suponen los procesos de deportación, por lo que la única alternativa humanamente comprometida es el cierre de los CIE y el fin de las deportaciones.