Itxaso Agirre
Trabajadora de Sos Racismo Gipuzkoa en el área de Jóvenes migrantes en riesgo de exclusión social.
La red de acogida ciudadana de San Sebastián lleva en marcha dos años y medio. Comenzó poniendo el enfoque en los migrantes en tránsito, pero como varios migrantes que transcurrían por San Sebastián decidieron quedarse, la red de acogida fue adaptándose a la realidad, y empezó a trabajar con los jóvenes que se quedaban en la ciudad. Esto acercó a muchos otros jóvenes que se encontraban en la ciudad, en las calles. El origen de estas personas, sobre todo, es del Norte de áfrica – marroquíes en su mayoría-, a los que se les suman cada vez más argelinos y provenientes del África subsahariana.
Algunos de estos jóvenes llegan siendo mayores de edad, pero muchos otros son ex-tutelados por las Diputaciones Forales. Estos jóvenes contactan con la red cuando se acercan a la mayoría de edad, pues entonces surgen miedos, como que una vez cumplidos los 18 años, al no haber recursos suficientes para su emancipación, se quedan en situación de calle. La red no entiende como puede suceder esto, pues la Administración tiene conocimiento de esta realidad, y aún así no dispone de recursos para enfrentarla.
La mayoría de menores acogidos tiene asignado un recurso para emancipación cuando salen del centro, pero al no ser suficientes, se quedan en una lista de espera, y en consecuencia, en situación de calle. Hoy en día hay muchos jóvenes con esa realidad, y los que más tiempo pasan hasta poder acceder a cualquier recurso son los que llegan al territorio siendo ya mayores de edad.
Los jóvenes, al encontrarse en situación de calle, se ven obligados a ocupar casas abandonadas, fábricas; además, no disponen de recursos para comer, ducharse, lavar la ropa… ni tienen dinero para trasladarse a las formaciones. Esta situación los arrastra a caer en consumos, aumenta considerablemente su deterioro mental y hay quien termina cayendo en la delincuencia.
Desde la red de acogida, se realizan varias actividades para ayudar a estos jóvenes: distribución de alimentos, ropa, mantas, acompañamiento en los trámites administrativos etc. También se les apoya cuando son desalojados o desposeídos de sus pertenencias, y se les ayuda a organizase para defender sus derechos y manifestarse. Estos actos se realizan con el doble objetivo de sensibilizar a la ciudadanía y el empoderamiento de los jóvenes.
Además de estas ayudas, la red juega un papel importante de apoyo: es imprescindible que los jóvenes tengan a alguien que los escuche, que tengan un referente donde poder apoyarse y una figura a la que recurrir en cualquier circunstancia. Esta figura es “incondicional”, ya que, sin juzgarlos, se busca que cojan confianza en sí mismos, y se aprovecha el vínculo que se genera para trabajar pautas de conducta.
PROBLEMAS:
1.- El problema principal de los jóvenes ex-tutelados es que pasan a estar completamente desprotegidos: salen del centro de menores sin ninguna ayuda ni capacidad para enfrentar su realidad.
2.- Por otro lado, los jóvenes que llegan al territorio siendo mayores de edad, tienen peores condiciones, ya que nunca han tenido trato con la administración, están menos familiarizados con el trabajo de un educador o trabajador social, y además se les exige mucho, a cambio de prestaciones mínimas o ninguna.
3.- Otro de los problemas habituales es que cuando superan la situación de calle, y cuando tienen las necesidades básicas cubiertas, empiezan a aflorar las emociones, los miedos y las dudas de qué hacer o como seguir su camino.
4.- Uno de los mayores problemas es que se les trata como “pelotas” en la ciudadanía. Nadie se quiere hacer cargo de ellos. A esto se le suma que la administración no entiende su situación administrativa irregular.
5.- Otra de las dificultades es la “brecha digital” que sufren, porque hoy en día no tienen móvil ni saldo, cuando todo hay que hacerlo digitalmente.
En lo que se refiere a su realidad, afrontan varias: son personas sin hogar, son migrantes, y servicios sociales no están acostumbrados a tratar con personas tan jóvenes; lo cual es un problema pues se les exige una madurez y responsabilidad que no tienen al ser muy jóvenes.
Desde la administración se ve como gente extraña a las entidades ciudadanas o particulares que trabajan para ayudar a estos jóvenes. También se les ve como una amenaza, pues reclaman los derechos de los jóvenes frente a una administración que no está haciendo bien su trabajo. A todo esto se le suma que por mucho que se aproveche la voluntad y labor social de la red de acogida, no se le tiene en cuenta a la hora de buscar soluciones.
Cabe destacar que los jóvenes “usuarios” de la red, a su vez son voluntarios. Los que acaban de llegar y no tienen acceso a las formaciones, participan para sentirse útiles, acompañados, y ser parte del proyecto. Muchos otros son voluntarios porque a ellos les han ayudado, y quieren devolver esa parte solidaria que ellos han recibido.
Desde la sociedad civil tendríamos que reflexionar, porque está bien que nos impliquemos para afrontar esta realidad, pero la responsabilidad debe ser de la administración. La sociedad detecta más rápido los problemas, y abre caminos, pero a sabiendas de como son los hechos, la administración debería asumir la responsabilidad, o por lo menos facilitar el trabajo que se realiza.
Por último, hay que recordar que los jóvenes tienen grandes posibilidades de salir adelante, tienen un potencial muy grande y mucha resiliencia. Tienen mucha fe en el futuro y aprovechan todas las oportunidades que se les dan en las formaciones, y sólo les falta que se les apoye y trate como iguales.